¿Jugamos juntas? Es una frase que utiliza mi pequeña Alejandra (2 años y 3 meses) varias veces al día. El único momento en el que no juega es cuando come y duerme. Qué agotador… y ¡qué fantástico a la vez! Un niño que juega es un niño sano y feliz, como un adulto que encuentra en su trabajo su gran vocación y motivación. Gracias al juego, el niño descubre el mundo que le rodea, los límites, las emociones, las relaciones sociales, valores morales…además de estimular su desarrollo cognitivo, social, motor y comunicativo.
El juego en solitario y el juego acompañado, tanto con otros niños como con adultos, deben complementarse. Compartir un rato cada día el juego con los niños es algo positivo para todos. Para el pequeño porque estimula la comunicación, el lenguaje, las relaciones sociales, creación de valores morales (respeto, tolerancia, igualdad…) y para el adulto (padre, madre, abuelos…) porque te acerca a la realidad del niño, te desconecta de tus rutinas diarias y además te permite conocer sus preocupaciones, intereses y motivaciones.
Cuando observo a mi hija jugar sola me doy cuenta que reproduce lo que vive, lo que aprende día a día consciente e inconscientemente. Canta, cuenta, baila, regaña a sus muñecos, los lava, circula con sus coches… del mismo modo que nos ve a nosotros hacerlo. Y es aquí donde podemos ver cómo estamos enseñando a nuestros hijos. Os recomiendo observar, en silencio, y os sorprenderéis de todas las cosas que son capaces de reproducir de nuestros comportamientos diarios con ellos. En realidad, reproducen su mundo en el juego. Un ejemplo lo ilustra: Alejandra viaja en el coche habitualmente, conmigo y con su padre. Un día jugando en casa con los coches tocó el pito y dijo “¡Qué pasa tío!” Yo pensé entre risas que deberíamos cuidar lo que decimos mientras conducimos y esta experiencia sirvió para darme cuenta.
Ahora que se acerca la temporada de navidad nos invaden los anuncios de juguetes. La familia te pregunta “¿Qué necesita? ¿Qué le traen los Reyes o Papá Noel? “. Yo me hecho a temblar y les digo “algo que no ocupe mucho, que mi casa es pequeña y algo adaptado a su edad”. Porque un juguete que no se adapta a la edad y las habilidades del niño es un juguete que no vale. Cada edad supone el desarrollo de unas habilidades concretas (motrices, cognitivas, comunicativas, afectivas) y por lo tanto requieren de un tipo de juguetes concretos para potenciarlas. En breve os daremos algunas ideas orientativas por edades.
Azucena Ponce