Llevo un tiempo queriendo escribir sobre esta gran noticia que dará un giro a mi vida por segunda vez. Y si me descuido lo escribo teniendo a mi bebé Enbrazos ;)) Pues sí, seremos papás por segunda vez y ¡hermana por primera vez! Con qué ilusión esperamos a Elsa, aunque también con miedos, más incluso que en el primer embarazo, sobre todo yo.

Siempre he pensado que el verdadero cambio, cuando entras en estado de shock, es con la llegada del primer hijo. Todo es nuevo… los horarios, las rutinas, las relaciones sociales, las familiares… hasta tú misma te renuevas, ya nada volverá a estar en el mismo sitio, todo se ordena de repente dentro de ti. Con el segundo hijo el día a día ya está organizado alrededor de un niño, habrá que apretarse un poquito y darle su sitio. En este sentido lo veo más fácil, pero solo en este porque en otros estoy “cagada” de miedo… ¿vendrá todo bien?, ¿me estoy cuidando lo suficiente en este segundo embarazo?, ¿tendré tiempo para los preparativos?, ¿y si se adelanta?, ¿cómo nos vamos a organizar después de unos meses?, ¿podré seguir con las mismas actividades laborales?, ¿conservaremos la soltura para manejarla igual que con su hermana?, ¿tendré la misma paciencia?… ¡¡Madre mía!! lo que funciona la cabeza cuando le da por pensar…

En las familias con hijos de mi entorno compruebo, en una gran parte de los casos claro, las diferencias entre hermanos, en sus progresos, su independencia, la creación de vínculos, seguridad, carácter… Y yo me digo, ¡pero cómo no van a salir diferentes si desde el momento de la concepción ya son embarazos diferentes! El tiempo no es el mismo que con el primer embarazo, vamos a la carrera de un lado para otro, el cole, las compras, el trabajo, la casa… y pasan las semanas que da gusto. ¡¡El segundo comparte la atención con su hermano desde que está en la barriga!!, así que desde aquí se comienzan a marcar diferencias.

Ahora toca desempolvar bodies, calcetines mini, pañales, esterilizadores, sacaleches, sujetadores de lactancia… y ser madre “primeriza” durante unos días, hasta que nuestro fabuloso cerebro recupere todo esto del disco duro y parezca que nunca dejamos de hacerlo. Yo confío es esto, en la fuerza de la maternidad, la seguridad de disfrutar de nuevo de cada momento, eso sí, con el doble de ojera y alguna arruga más. Bienvenida a casa Elsa…

Azucena Ponce